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Historia Crónica de la Contaminación del Río Atoyac

 Historia Crónica de la Contaminación del Río Atoyac


Un Ciclo de Promesas y Omisiones

Julián Romero Tehuitzil

El río Atoyac, que nace en la Sierra Nevada de Puebla y serpentea a través de Tlaxcala antes de desembocar en la presa Valsequillo, ha sido durante décadas un símbolo de la degradación ambiental en el centro de México. Con una longitud de aproximadamente 200 kilómetros y una cuenca que abarca 4,011 km², impacta directamente a más de dos millones de personas en 21 municipios de Puebla y 16 de Tlaxcala.

Desde los años 80, el auge industrial en corredores como San Martín Texmelucan y Huejotzingo ha convertido al Atoyac en un vertedero de aguas residuales urbanas e industriales, cargadas de metales pesados, compuestos orgánicos tóxicos y patógenos. Esta contaminación no solo amenaza la biodiversidad acuática, sino que se filtra a suelos agrícolas y entra en la cadena alimentaria, exacerbando desigualdades en comunidades rurales y periurbanas.

Estudios como el del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) de 2009 ya alertaban sobre la necesidad de normas más estrictas, pero el problema se remonta a la expansión demográfica y económica post-1982, cuando las descargas industriales se intensificaron sin regulación adecuada.

 

En esencia, el Atoyac no es solo un río contaminado; es un espejo de la negligencia sistémica, donde el desarrollo económico prioriza ganancias sobre la salud pública y el equilibrio ecológico.

La cronología de esta crisis revela un patrón repetitivo: diagnósticos alarmantes seguidos de inacción. En 1995, informes iniciales de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) documentaron incrementos en sales solubles, metales pesados y detergentes debido a descargas de Puebla y Tlaxcala, afectando ya la calidad del agua en zonas como Moyotzingo y Cholula.

Para 2006, el Tribunal Latinoamericano del Agua emitió un veredicto que obligó a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) a actuar, reconociendo violaciones a derechos humanos por exposición a tóxicos. Sin embargo, estas alertas tempranas se diluyeron en burocracia, permitiendo que la contaminación se agravara. Un estudio de 2002 en la región atlixquense, por ejemplo, excedió límites máximos permisibles (LMP) en parámetros como demanda bioquímica de oxígeno (DBO), sólidos suspendidos y metales como plomo (Pb), cromo (Cr) y cadmio (Cd), vinculando directamente las descargas industriales a la eutrofización del río. Esta fase inicial de la crisis subraya cómo la falta de monitoreo continuo permitió que el Atoyac pasara de un afluente vital para la agricultura a un foco de riesgo sanitario, con impactos en la pesca local y la recarga de acuíferos que abastecen a millones.

La Declaratoria de Clasificación de 2011: Un Marco Legal Ineficaz

El 6 de julio de 2011, el Diario Oficial de la Federación (DOF) publicó la Declaratoria de Clasificación de los Ríos Atoyac y Xochiac (o Hueyapan) y sus Afluentes, un instrumento clave bajo la Ley de Aguas Nacionales para regular descargas y fijar condiciones particulares de calidad. Esta declaratoria, impulsada por la Conagua tras estudios del IMTA, divide el Atoyac en seis zonas críticas: 1) San Matías Tlalancaleca, 2) San Martín Texmelucan, 3) Nativitas, 4) San Jacinto, 5) Cuautlancingo y 6) Puebla, con una longitud total clasificada de 84.97 km para el Atoyac y 31.64 km para el Xochiac. El objetivo era establecer metas de calidad en etapas sucesivas, considerando que estos ríos, declarados de propiedad nacional en 1937 y 1923 respectivamente, recibían descargas no controladas que alteraban su pH, oxígeno disuelto y carga tóxica. La declaratoria exige permisos estrictos para descargas, priorizando el control de industrias como textiles, químicas y automotrices, y prohíbe vertimientos que excedan LMP para protección de vida acuática y uso agrícola.

A pesar de su ambición, la declaratoria ha sido un fracaso en la implementación. En las zonas 3 y 4 (Nativitas y San Jacinto, en Tlaxcala), por ejemplo, se identificaron confluencias de contaminantes de origen urbano e industrial que no han sido mitigadas, con niveles de arsénico (As) y plomo superando normas nacionales e internacionales.

Un análisis de 2011 en el Zahuapan (afluente del Atoyac) registró As hasta 0.87 mg/L en agua y 127 mg/kg en sedimentos, y Pb hasta 1.05 mg/L, atribuidos a aportes antropogénicos sumados a fuentes naturales como erupciones volcánicas del Popocatépetl. Esta clasificación pretendía ser un catalizador para auditorías y sanciones por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), pero informes de 2019 revelan que solo el 30% de las descargas industriales cumplen condiciones particulares, permitiendo que el río mantenga un Índice de Calidad del Agua (ICA) por debajo de 50 (clasificado como "muy contaminado").

La ineficacia en municipios como San Martín Texmelucan, cobran tarifas por "saneamiento" sin invertir en tratamiento primario o secundario, perpetuando un ciclo donde la declaratoria existe en papel pero no en la realidad hídrica.

La Recomendación 10/2017 de la CNDH: Reconocimiento de Violaciones a Derechos Humanos

El 21 de marzo de 2017, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió la Recomendación 10/2017, un hito en la lucha por el Atoyac al reconocer violaciones sistemáticas al derecho a un medio ambiente sano, saneamiento del agua y acceso a la información, en agravio de habitantes de San Martín Texmelucan, Huejotzingo (Puebla) y Tepetitla de Lardizábal, Nativitas e Ixtacuixtla de Mariano Matamoros (Tlaxcala). Dirigida a Semarnat, Conagua, Profepa, Cofepris, gobiernos estatales y municipales, la recomendación surgió de una queja de 2011 presentada por 16 personas, respaldada por evidencias de descargas no controladas que contaminan con metales pesados, detergentes y patógenos.

La CNDH documentó al menos 50 empresas (incluyendo Bayer y Big Cola) vertiendo residuos directamente al río, vinculando la polución a enfermedades como cáncer, problemas renales y neurológicos, con tasas de mortalidad por cáncer en Tlaxcala superando 17,500 casos entre 2015 y 2019 (una muerte cada 2.5 horas).

La recomendación exige 16 acciones concretas, como evaluaciones toxicológicas permanentes, programas de atención médica y un convenio interinstitucional para restauración ecológica. Incluye un diagnóstico que relaciona la contaminación con impactos en salud, como la presencia de benceno y cloruro de vinilo cancerígenos en el agua. En 2020, se firmó un Convenio Marco entre Semarnat, Puebla y Tlaxcala, creando un Grupo de Trabajo con Profepa y Cofepris, invirtiendo inicialmente 96 millones de pesos en plantas de tratamiento.

Para 2023, la Semarnat declaró cumplimiento de los 11 puntos principales, con avances en monitoreo y rehabilitación de PTARs. Sin embargo, el documento de la CNDH de ese año destaca pendientes como la difusión pública de información y el control de descargas industriales, reconociendo que la coordinación con 71 ayuntamientos sigue fragmentada.

Actualizaciones en 2025: Incumplimientos Persistentes y Críticas a la CNDH

En 2025, la contaminación del Atoyac persiste en niveles "dramáticos", según el Centro Fray Julián Garcés, que acusa a la CNDH de cerrar prematuramente el caso pese a evidencias de agravamiento. Un informe del Conahcyt de 2024 documenta aumentos en leucemias agudas (especialmente en niños) y enfermedad renal crónica, con tasas elevadas en Tlaxcala (oriente de la cuenca) y Puebla (sur). La jornada de limpieza de marzo de 2025, con 7,000 voluntarios retirando 107 toneladas de basura en 9 km, expuso a participantes a tóxicos sin protección, violando protocolos sanitarios y destacando la superficialidad de las acciones. Organizaciones exigen que la CNDH reabra el expediente, argumentando que las 30 PTARs rehabilitadas para 2026 no abordan las 84 de 104 sustancias tóxicas no normadas, ni el uso de ríos como drenajes industriales.

La inacción se refleja en datos: el ICA del Atoyac oscila entre 1 y 50, con DQO hasta 193 mg/L y DBO de 27 mg/L en zonas contaminadas. Críticos como Alejandra Méndez señalan que el "cumplimiento" de 2023 ignora el impacto en salud, con mortalidad por cáncer ligada a exposición crónica. La CNDH, en su informe de seguimiento, mantiene que 10 de 16 recomendaciones están cumplidas y 6 con avances (87.4% global), pero ONG documentan que la coordinación intermunicipal falla, con rellenos sanitarios obsoletos y descargas incontroladas. Esta fase actualiza el tono de frustración: mientras gobiernos celebran avances, comunidades enfrentan un "atentado a la salud" invisible, demandando transparencia y aplicación real.

Estudios Científicos: De la Contaminación a la Cadena Alimentaria

La tesis doctoral de Numa Pompilio Castro González (2017, Universidad de Córdoba) analiza el riesgo de metales pesados en leche de vaca en Puebla y Tlaxcala, enfocándose en la subcuenca Alto Balsas. Muestreando cuatro zonas (San Martín Texmelucan, Huejotzingo, Santa Isabel Tetlahuaca y Valsequillo-Tecamachalco), encontró que aguas residuales diluidas cumplen LMP superficiales, pero su uso por 50 años en riego acumula Cd, Pb, Ni, Cu, Co, Cr, Zn y As en suelos (IGeo indica contaminación moderada-fuerte por Cd). La alfalfa, forraje principal para vacas, absorbe estos tóxicos vía raíces (solubles) y aire (hojas), transfiriéndolos a leche con Pb superando normas europeas y OMS (post-parto).

El Cd se acumula en riñones/hígado, Pb en huesos, y As (cancerígeno) en tejidos, generando riesgos de cáncer, neuropatías y déficits cognitivos en consumidores.

Ampliando, Castro concluye que el consumo constante de alfalfa contaminada representa un peligro bioacumulativo, afectando 50 comunidades en Tecamachalco y regiones adyacentes. Estudios complementarios (2018, Revista Mexicana de Ciencias Pecuarias) confirman que la alfalfa actúa como hiperacumuladora, eliminando metales vía leche y heces, pero sin remediación, entra en la cadena alimentaria humana. Recomienda alternativas forrajeras y monitoreo familiar para productores, destacando que en verano predominan Pb/Ni/Zn, y en primavera Cr, exacerbados por fertilizantes.

La tesis del IPN (2017) sobre geoquímica ambiental en sedimentos del Atoyac detalla enriquecimiento tóxico en Valsequillo y Zahuapan. Muestras revelan sedimentos.

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