Contaminación sonora parroquialVecinos del municipio de Zoquitlán, en la Sierra Negra de Puebla, han elevado quejas formales contra el sacerdote local por el uso excesivo de una bocina de alta potencia para convocar a los feligreses a las misas matutinas, despertando a la población completa desde las primeras horas del día en un acto que vulnera el derecho al descanso y genera malestar generalizado en una comunidad marcada por la pobreza y la tradición religiosa.
Esta práctica, que incluye mensajes amplificados y música litúrgica a volumen elevado, se repite diariamente y afecta particularmente a familias con niños, adultos mayores y trabajadores nocturnos, quienes denuncian trastornos del sueño, estrés acumulado y una imposición autoritaria disfrazada de devoción que ignora las normas municipales sobre contaminación acústica.
En un contexto donde la Iglesia católica mantiene influencia significativa en municipios indígenas y rurales como Zoquitlán, el párroco justifica la medida como necesaria para fomentar la participación en las celebraciones eucarísticas, especialmente en temporada navideña con misas de gallo y posadas, pero los afectados argumentan que métodos menos invasivos –como campanas tradicionales o avisos personales– bastarían sin perturbar la tranquilidad colectiva.
La ausencia de respuesta inmediata por parte de autoridades municipales o diocesanas agrava la tensión, revelando la persistente colisión entre libertad religiosa y derechos civiles en zonas donde el poder eclesiástico opera con amplia impunidad, obligando a los habitantes a tolerar lo que califican como un abuso sonoro que transforma la fe en fuente de conflicto cotidiano.
Este episodio pone en evidencia la necesidad de regulación estricta en el uso de altavoces por instituciones religiosas, en un estado donde quejas similares han surgido en otras parroquias sin que medie sanción efectiva, perpetuando una dinámica donde la voz amplificada del clero prevalece sobre el silencio reclamado por la ciudadanía.20 de diciembre de 2025 | Redacción EPrensa:
Esta práctica, que incluye mensajes amplificados y música litúrgica a volumen elevado, se repite diariamente y afecta particularmente a familias con niños, adultos mayores y trabajadores nocturnos, quienes denuncian trastornos del sueño, estrés acumulado y una imposición autoritaria disfrazada de devoción que ignora las normas municipales sobre contaminación acústica.
En un contexto donde la Iglesia católica mantiene influencia significativa en municipios indígenas y rurales como Zoquitlán, el párroco justifica la medida como necesaria para fomentar la participación en las celebraciones eucarísticas, especialmente en temporada navideña con misas de gallo y posadas, pero los afectados argumentan que métodos menos invasivos –como campanas tradicionales o avisos personales– bastarían sin perturbar la tranquilidad colectiva.
La ausencia de respuesta inmediata por parte de autoridades municipales o diocesanas agrava la tensión, revelando la persistente colisión entre libertad religiosa y derechos civiles en zonas donde el poder eclesiástico opera con amplia impunidad, obligando a los habitantes a tolerar lo que califican como un abuso sonoro que transforma la fe en fuente de conflicto cotidiano.
Este episodio pone en evidencia la necesidad de regulación estricta en el uso de altavoces por instituciones religiosas, en un estado donde quejas similares han surgido en otras parroquias sin que medie sanción efectiva, perpetuando una dinámica donde la voz amplificada del clero prevalece sobre el silencio reclamado por la ciudadanía.20 de diciembre de 2025 | Redacción EPrensa:
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