Hidalgo se consolida como el epicentro nacional del robo de combustibles, con mil 918 tomas clandestinas registradas entre enero y septiembre, la cifra más elevada entre los 22 estados monitoreados por Petróleos Mexicanos y observatorios ciudadanos, en un delito que se extiende por 19 municipios y se manifiesta con crudeza diaria, como las dos perforaciones promedio en el Valle de Tulancingo o las 413 detectadas en Cuautepec de Hinojosa, seguido por Nopala, Santiago Tulantepec y Singuilucan.
Esta red criminal involucra no solo a bandas organizadas, sino a estructuras familiares y comunitarias que perforan ductos, refinan hidrocarburos en centros clandestinos y disputan rutas con violencia, como evidencian el aseguramiento de más de 160 mil litros en un sitio ilegal a finales de noviembre, el abandono de camionetas con miles de litros en Tepeapulco y el incendio de vehículos dedicados al transporte ilícito en Pachuca, incidentes que apuntan a ajustes de cuentas entre grupos rivales.
El Ministerio Público federal abrió 356 carpetas de investigación en el primer semestre, colocando al estado en cuarto lugar nacional, mientras analistas de seguridad de Pemex subrayan la imposibilidad de que autoridades locales en municipios pequeños ignoren tales actividades, sugiriendo omisiones, tolerancia o complicidad que involucran a verificadores, policías y funcionarios.
Bajo la administración de Julio Menchaca Salazar, el discurso oficial anuncia ajustes y operaciones, pero la realidad impone un primer lugar inamovible en el ranking del huachicol, con fugas persistentes, bodegas improvisadas y un impacto ambiental y social que devasta comunidades enteras sin que se vislumbre contención efectiva.
Esta persistencia del delito revela una crisis estructural donde la impunidad se entreteje con la pobreza rural y la debilidad institucional, perpetuando un saqueo millonario a la nación que, lejos de retroceder, se arraiga con mayor sofisticación y violencia en el corazón del país.20 de diciembre de 2025 | Redacción EPrensa:

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