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Las sombras de la "limpia" criminal: el ciclo de desapariciones y ejecuciones en Tepeaca

Las sombras de la "limpia" criminal: el ciclo de desapariciones y ejecuciones en TepeacaEl proceso de violencia en la región de Tepeaca, Puebla, se ha intensificado a través de un patrón recurrente que inicia con desapariciones abruptas y culmina en ejecuciones públicas diseñadas para infundir terror y afirmar control territorial. En este marco, tres hombres —Antonio Delgado Figueroa, de 54 años, y los hermanos José Luis Tlapanco Miranda, de 31 años, y César Tlapanco Miranda, de 24 años— fueron reportados como desaparecidos en las calles de Tepeaca, un municipio marcado por su proximidad a corredores de inseguridad y disputas entre grupos delictivos. La ausencia de estos individuos no se prolongó en el misterio; sus cuerpos, junto con otros restos humanos, emergieron en Nopalucan, una zona limítrofe entre Puebla y Tlaxcala, donde el abandono de cadáveres se ha convertido en una táctica para delimitar esferas de influencia criminal. Este hallazgo no solo confirmó el destino fatal de las víctimas, sino que abrió la puerta a una revelación más cruda: la difusión de un video que documenta íntegramente el acto de su ejecución, perpetrado por miembros del autodenominado grupo Operativa Barredora.La secuencia capturada en el material audiovisual, de una duración de dos minutos y medio, desglosa el procedimiento con una frialdad meticulosa que refleja la rutina de estas operaciones. Las víctimas aparecen atadas y sometidas en un espacio confinado, posiblemente un predio rural o bodega improvisada en las afueras de Tepeaca, donde los ejecutores proceden sin dilación. A Antonio Delgado se le aplica un corte letal en el cuello con un objeto filoso, mientras que a los hermanos Tlapanco se les infligen heridas múltiples en el torso y el cuello, culminando en una decapitación parcial que acelera su fin. Un cuarto participante, cuya voz emerge nítida en el audio, intercala narraciones que enmarcan el acto como una fase necesaria en una "limpia" contra elementos indeseables, justificando las muertes con acusaciones vagas de que las víctimas participaban en actividades ilícitas como robos, extorsiones y secuestros. Este discurso no solo busca racionalizar la barbarie, sino que extiende una amenaza velada: "Esto le va a pasar a todo el ratero, extorsionador y secuestrador; seguiremos la limpia de autoridades que apoyen estos delitos y también de estos lacras que sólo abusan de gente honesta y trabajadora". El video, más explícito que producciones previas del grupo —que solían limitarse a mostrar a las víctimas maniatadas—, representa un escalamiento en la propaganda, diseñado para disuadir a rivales y reclamar lealtad en comunidades asediadas por la inseguridad.Operativa Barredora, como entidad emergente en el tapiz del crimen organizado poblano, opera bajo el pretexto de una purga moral que enmascara sus ambiciones de dominio. Surgido en contextos de disputas por el control de rutas y recursos ilícitos, el grupo ha evolucionado de meros ejecutores a productores de contenido que documenta sus "hazañas", utilizando plataformas digitales para amplificar su mensaje y erosionar la autoridad estatal. En Tepeaca y Nopalucan, estas acciones se entrelazan con un ecosistema más amplio de violencia, donde desapariciones como la de los Tlapanco y Delgado no surgen de la nada, sino de deudas pendientes, lealtades rotas o meras percepciones de amenaza en un territorio donde la pobreza y la ausencia de oportunidades legitiman la incursión en lo ilícito. Las víctimas, descritas en el video como culpables sin prueba judicial, ilustran cómo el proceso de criminalización extrajudicial acelera el ciclo: un secuestro inicial en las sombras urbanas de Tepeaca transita hacia un ritual de ejecución grabado, y finaliza con el abandono de restos en Nopalucan, dejando a familias en un limbo de duelo y temor.Este episodio no se aísla en el continuum de inseguridad que azota Puebla; al contrario, acelera un proceso de descomposición social donde grupos como Operativa Barredora desafían abiertamente la capacidad de respuesta institucional, exponiendo grietas en la vigilancia y la justicia. La difusión del video directamente a medios locales marca un punto de inflexión, al forzar una confrontación pública que podría catalizar investigaciones federales o reacciones comunitarias, aunque hasta ahora predomina el silencio oficial. En última instancia, las ejecuciones en Tepeaca no solo segaron vidas, sino que sembraron un precedente de impunidad visual, donde el terror se convierte en herramienta de gobernanza paralela, perpetuando un bucle que transforma comunidades en escenarios de guerra no declarada. ***9 de diciembre de 2025 | Redacción EPrensa

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