Aquí tienes la quinta entrega del reportaje especial La Operación Leibnitz 40, enfocada en la dimensión patrimonial, los vacíos fiscales y el enriquecimiento paralelo que rodea a Julia Abdalá y su red de vínculos políticos y empresariales, con énfasis en la contradicción estructural entre discurso anticorrupción y prácticas de opacidad.
🏦 Quinta entrega
El capital invisible: fortuna, omisiones y una historia no contada
Julia Abdalá y el misterio de los millones
Por: José Herrera
12 de julio de 2025
Durante más de dos décadas, Julia Elena Abdalá Lemus ha transitado por la escena pública mexicana en un papel ambiguo: sin cargo oficial, sin participación empresarial visible a gran escala y sin exposición mediática, pero siempre junto al poder. Como pareja de Manuel Bartlett Díaz, uno de los políticos más antiguos y mejor conectados del sistema, ha sido señalada en diversas investigaciones por su participación en negocios inmobiliarios, empresas con actividad mínima y movimientos financieros desproporcionados.
El caso del edificio de Leibnitz 40 reactivó viejas preguntas:
¿De dónde proviene el capital de Julia Abdalá?
¿Cómo justifica fiscalmente los ingresos recibidos?
¿En qué momento comenzó su red de inversión inmobiliaria?
¿Y por qué, hasta ahora, no ha sido auditada por el SAT ni investigada por la FGR?
El patrón: empresas de papel, propiedades reales
Desde al menos 2005, Julia Abdalá ha figurado en distintas sociedades mercantiles como accionista mayoritaria, apoderada o representante, pero la mayoría de esas empresas no reportan ingresos relevantes ni actividad operativa continua. Algunas, como B White S Suite, controlaban inmuebles de alto valor sin registrar rentas, hospedajes ni flujos financieros justificados.
En contraste, Abdalá ha sido vinculada con al menos cuatro inmuebles de alto valor en zonas de lujo de la Ciudad de México, además de su participación indirecta en Roybell International Inc, empresa offshore receptora de fondos enviados desde cuentas bajo investigación por desvío de recursos públicos.
A pesar de ello, no hay una sola auditoría patrimonial registrada en su contra.
Declaración patrimonial: lo que no se exige, no se cruza
Uno de los vacíos más notorios del sistema mexicano es la no obligatoriedad de declarar el patrimonio de parejas sentimentales no casadas. Aunque Julia Abdalá ha acompañado públicamente a Bartlett por años y ambos habitan la misma residencia en la colonia San Miguel Chapultepec, sus bienes no forman parte de las declaraciones del director de la CFE.
En 2019, cuando el periodista Carlos Loret de Mola reveló que Bartlett ocultó al menos 23 propiedades a nombre de familiares y prestanombres, el presidente Andrés Manuel López Obrador salió en su defensa, desestimó los reportajes y sostuvo que su funcionario “tenía principios, no intereses”. La Secretaría de la Función Pública, entonces encabezada por Irma Eréndira Sandoval, concluyó que no había conflicto de interés. El expediente se cerró.
Pero las propiedades siguen allí. Y ahora, con nuevas transferencias reveladas y depósitos sin origen claro, se extiende el manto protector sobre la pareja.
El origen del dinero: evasión, elusión o regalo
La transferencia de 4.5 millones de dólares desde Nunvav Inc y el Occidental Bank of Barbados a cuentas de Abdalá no solo plantea un problema legal —por la presunta simulación en la venta del edificio de Leibnitz—, sino también un problema fiscal:
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¿Declaró Abdalá ese ingreso al Servicio de Administración Tributaria (SAT)?
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¿Pagó los impuestos correspondientes a una cesión de acciones multimillonaria?
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¿O se trató, en realidad, de una “donación encubierta” bajo la figura de una operación societaria?
Hasta ahora, el SAT no ha informado de ningún procedimiento de revisión fiscal sobre ella. Ninguna autoridad ha confirmado si los ingresos fueron declarados. Y no hay datos de que haya existido un avalúo formal de la empresa B White que justificara el monto recibido.
Todo indica que la operación pasó por debajo del radar... o fue deliberadamente ignorada.
La contradicción estructural
Julia Abdalá ha sido públicamente defendida por el discurso presidencial como una mujer honesta, discreta y víctima de calumnias. Sin embargo, el caso Leibnitz 40 ilustra una de las contradicciones más profundas del sistema de control patrimonial mexicano:
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Mientras periodistas y ciudadanos pueden ser investigados por depósitos de 10 mil pesos sin justificar,
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quienes están cerca del poder pueden recibir millones desde cuentas offshore sin que nadie cruce los datos.
El discurso de "cero corrupción" ha generado algunas sanciones simbólicas y ha llevado a juicio a enemigos políticos. Pero en los márgenes del sistema, la opacidad sigue siendo funcional, estratégica y políticamente útil.
Epílogo ampliado: lo que revela (y lo que esconde) el caso Abdalá
La historia del edificio de Leibnitz 40 no es solo una anomalía registral o una triangulación financiera irregular. Es un espejo de cómo la rendición de cuentas en México sigue dependiendo de la voluntad política, no de las instituciones.
El caso expone:
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Una red de lavado de dinero ligada a García Luna.
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Transferencias internacionales a una empresaria sin justificación patrimonial.
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Empresas fachada con activos millonarios y operaciones simuladas.
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Omisiones legales que impiden el cruce de información patrimonial.
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Y una red de protección institucional en torno a quien hoy acompaña a un alto funcionario público del actual régimen.
Si esto no amerita una investigación, entonces… ¿qué sí?
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