La mañana del 4 de septiembre de
2025, en la histórica ciudad de Tepeaca, Puebla, el aire se llenó de un eco de
confrontación verbal que resonó más allá de sus calles empedradas. En el centro
de la controversia estaba Rubén Sarabia Sánchez, conocido como “Simitrio”,
lÃder de la Unión Popular de Vendedores Ambulantes (UPVA) 28 de Octubre, una
organización con cinco décadas de presencia en el tejido social de Puebla.
Sus palabras, cargadas de un tono
sarcástico que él mismo calificó como una broma, desataron una respuesta
inmediata y contundente del gobernador Alejandro Armenta Mier, quien, con la
solemnidad de quien acaba de ser honrado con la Cédula Real como visitante
distinguido e hijo adoptivo de Tepeaca, marcó una lÃnea clara entre su
administración y las acciones atribuidas al lÃder social.
El origen del enfrentamiento se
remonta a los hechos ocurridos el martes 2 de septiembre en el bulevar 5 de
Mayo, en la capital poblana, donde una manifestación de estudiantes de la
Normal Rural “Carmen Serdán” de Teteles derivó en actos de violencia. Entre los
destrozos, la quema de una unidad de la Red Urbana de Transporte Articulado
(RUTA) se convirtió en el epicentro de las acusaciones. El gobierno estatal,
encabezado por Armenta, señaló directamente a la UPVA 28 de Octubre como
responsable de infiltrarse en la protesta y provocar el incendio, además de
otros actos vandálicos, como el secuestro temporal de conductores y la
retención de vehÃculos.
Estas acusaciones no fueron
tomadas a la ligera por Simitrio, quien, en una rueda de prensa horas antes de
la respuesta del gobernador, optó por un tono desenfadado para pretender desmentir
las imputaciones, no obstante las evidencias que incriminan a unos de los suyos.
“Afirmar que nosotros mandamos a
quemar el camión o que nosotros mismos lo quemamos es, como dicen en mi rancho,
una falsedad completamente falsa”, expresó Simitrio, dejando caer una sonrisa
que buscaba restar gravedad a un incidente que habÃa dejado daños
significativos al patrimonio público y puesto en riesgo la seguridad de
manifestantes y transeúntes. Admitió que cuatro integrantes de su organización
estuvieron presentes en el plantón, pero insistió en que su participación se
limitó a un acto de solidaridad con las normalistas, sin intenciones de
desestabilizar el orden o generar caos.
“No somos una organización
criminal ni de criminales”, recalcó, defendiendo la trayectoria de la UPVA como
un movimiento en defensa de los derechos de los ambulantes y el pueblo. Su
petición de diálogo con el gobierno estatal, sin embargo, llegó envuelta en una
provocación que no pasó desapercibida.
Alejandro Armenta, en un
escenario cargado de simbolismo tras recibir el reconocimiento en Tepeaca,
respondió con una mezcla de firmeza y mesura que buscaba no solo desmarcarse de
la actitud de Simitrio, sino también reafirmar los principios de su administración.
“No he escuchado, no he visto, no me consta el comentario de la burla de esta
persona. Si es, yo te dirÃa que, ante una burla de él, le extiendo mi respeto,
porque no somos iguales”, declaró el gobernador, dejando claro que no caerÃa en
el juego de provocaciones. Sus palabras, pronunciadas con la calma de quien
sabe que su autoridad no necesita alzar la voz para hacerse sentir, trazaron
una frontera entre la postura de diálogo y respeto que promueve su gobierno y
las acciones que, a su juicio, representan una afrenta al orden público.
Armenta no se limitó a responder
al sarcasmo de Simitrio. Insistió en que su administración actuará con estricto
apego a la ley, garantizando que los responsables de los actos vandálicos
enfrenten las consecuencias. “Al gobierno del estado le corresponde respetar,
dialogar y construir. Si hay una burla por parte de Simitrio, de mi parte hay
respeto”, enfatizó, subrayando que su compromiso es con la paz y la seguridad,
no con la confrontación. Sin embargo, sus declaraciones también llevaron un
mensaje implÃcito: la tolerancia al diálogo no debe confundirse con debilidad.
El gobernador dejó entrever que las investigaciones sobre los hechos del 2 de
septiembre están en marcha, respaldadas por denuncias de la concesionaria de la
LÃnea 3 de RUTA y empresarios afectados por la retención de vehÃculos, lo que
sugiere que el peso de la justicia podrÃa caer pronto sobre los responsables.
El cruce de declaraciones entre
Simitrio y Armenta no es solo un episodio de tensión verbal, sino un reflejo de
las complejas dinámicas entre el poder estatal y los movimientos sociales en
Puebla. La UPVA 28 de Octubre, bajo el liderazgo de Simitrio, ha sido durante
décadas una fuerza significativa en el estado, representando a los vendedores
ambulantes y alzando la voz por los sectores marginados. Sin embargo, las
acusaciones de vinculación con actividades ilÃcitas, como el narcomenudeo y el
cobro de derecho de piso, han ensombrecido su imagen, especialmente tras los
señalamientos del gobierno estatal. Simitrio, por su parte, no solo negó estas
imputaciones, sino que propuso que los mercados donde opera la UPVA sean
inspeccionados por autoridades, siempre que estén acompañadas por organismos
como la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos.
El incidente de la quema del
autobús RUTA, lejos de ser un hecho aislado, se inserta en un contexto de
tensiones sociales y polÃticas en Puebla. La protesta de las normalistas de
Teteles, que buscaban visibilizar sus demandas, se vio opacada por los actos de
violencia, y la participación de la UPVA, aunque limitada según Simitrio, ha
avivado el debate sobre los lÃmites de la protesta social y la responsabilidad
de las organizaciones que se suman a ella.
La cancelación de una reunión
pactada con el secretario de Gobernación estatal, Samuel Aguilar Pala,
programada para el 3 de septiembre en Casa Aguayo, añadió más leña al fuego.
Simitrio acusó al gobierno de dejarlos plantados, lo que interpretó como una
falta de voluntad para dialogar, mientras que el gobierno mantuvo su postura de
apertura, pero con la advertencia de que los delitos, como el daño a la
propiedad y el secuestro, serán perseguidos de oficio.
En este escenario, la figura de
Alejandro Armenta emerge como la de un gobernante que busca equilibrar el
diálogo con la aplicación de la ley, consciente de que el mandato de los
poblanos es construir un estado de paz, no de confrontación. Por otro lado,
Simitrio, con su tono desafiante y su historial de resistencia, representa una
voz que no se doblega fácilmente, pero que ahora enfrenta el desafÃo de limpiar
el nombre de su organización frente a acusaciones graves.
La crónica de este enfrentamiento
no termina aquÃ; es apenas un capÃtulo en una narrativa más amplia, donde el
diálogo, la ley y las tensiones sociales seguirán definiendo el rumbo de Puebla
en los dÃas por venir.
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