Tragedia en el paraíso: niña uruguaya muere ahogada durante excursión escolar en Cancún
Redacción | 10 de julio de 2025
La tragedia ocurrió en uno de los destinos turísticos más visitados del mundo. Guillermina Falcón Santos, de apenas siete años, perdió la vida durante una excursión escolar en Cancún, Quintana Roo, mientras participaba en actividades acuáticas a bordo de un catamarán. Era originaria de Mercedes, Uruguay, y su fallecimiento ha estremecido tanto al Caribe mexicano como a la sociedad uruguaya, que hoy llora la pérdida de una niña que murió lejos de casa, en circunstancias aún por esclarecer.
Un paseo escolar que terminó en duelo
Guillermina formaba parte de un grupo escolar de su ciudad natal. Viajó a Cancún en lo que debía ser una experiencia educativa y recreativa, una oportunidad para conocer el mar Caribe. Durante la jornada, los menores participaron en una actividad de nado supervisada, en la que la niña entró al mar. De acuerdo con los testimonios recabados, al regresar a la embarcación vomitó, se desvaneció y perdió el conocimiento.
A bordo viajaba una médica que brindó atención inmediata. La primera sospecha clínica fue un caso de ahogamiento secundario, también conocido como edema pulmonar postinmersión, una condición rara pero potencialmente fatal que puede manifestarse horas después de que la víctima ha inhalado pequeñas cantidades de agua, sin mostrar inicialmente signos graves.
A pesar de los esfuerzos por estabilizarla, Guillermina no sobrevivió. Fue declarada muerta en el lugar.
Diplomacia, dolor y búsqueda de respuestas
El caso ha tenido repercusiones diplomáticas. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Uruguay informó que trabaja junto con el Consulado uruguayo en Cancún para la repatriación del cuerpo y el acompañamiento a la familia, que ya se encuentra en México. La menor era hija de Alejandro Falcón y Flavia Santos Fajardo, y nieta de la diputada María Fajardo Rieiro, figura pública en el parlamento uruguayo.
La comunidad de Mercedes se encuentra conmocionada. El colegio al que asistía Guillermina activó protocolos de apoyo emocional para estudiantes, docentes y padres de familia. El gobierno uruguayo también ofreció asistencia psicológica a la familia.
En tanto, las autoridades mexicanas han iniciado una investigación forense para determinar la causa exacta del fallecimiento y deslindar responsabilidades. Se revisan los protocolos de seguridad acuática, la supervisión durante la actividad y la actuación del personal de la embarcación.
Ahogamiento secundario: el enemigo invisible
El caso ha puesto en foco una condición poco conocida pero extremadamente peligrosa. El ahogamiento secundario ocurre cuando una persona ha inhalado agua durante la inmersión, lo que provoca inflamación pulmonar progresiva. Los síntomas pueden aparecer hasta 24 horas después del incidente e incluyen dificultad para respirar, somnolencia, tos persistente, vómitos, confusión o fatiga.
Organismos médicos internacionales han subrayado la necesidad de una vigilancia postinmersión incluso cuando la víctima parece haber salido del agua en condiciones normales. La atención médica temprana es clave para salvar vidas.
Turismo educativo sin regulación estricta
El caso de Guillermina también abre un debate pendiente en México y América Latina: la falta de regulación y supervisión en excursiones escolares que incluyen actividades acuáticas en el extranjero. ¿Existía un seguro médico adecuado? ¿Había salvavidas certificados a bordo? ¿Se cumplieron los protocolos de seguridad con relación a menores de edad en el mar?
La industria turística de Cancún —acostumbrada a operar con grandes volúmenes de visitantes— ha sido señalada en otras ocasiones por negligencias en actividades recreativas con turistas extranjeros, muchas veces encubiertas bajo contratos de deslinde de responsabilidad civil.
Una niña, una familia, dos países unidos por el duelo
Guillermina era una niña alegre, entusiasta, como la recuerdan sus maestros. Su vida terminó trágicamente en aguas cristalinas que prometían diversión, no muerte. El dolor de su familia se ha convertido en una exigencia de justicia, de respuestas y de revisión profunda de los estándares con los que se opera el turismo escolar en México.
El mar, que fue su última experiencia, también es ahora el símbolo de un dolor compartido entre dos orillas.
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